martes, 3 de enero de 2012

Analisis Grafológico del Príncipe Felipe, en 1977: “Cuando dices la verdad, no te sientes avergonzado”

Con caligrafía infantil, el heredero de la Corona a la edad de nueve años, reflexiona acerca de lo que para él significa la verdad. 

 
“La verdad es la calma entre los hombres”. Así se expresaba el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón y Grecia, en una redacción de su puño y letra fechada en 1977, es decir, cuando el heredero apenas contaba 9 años de edad. , el Príncipe, aún niño, reflexiona, con caligrafía infantil y alguna que otra falta de ortografía, acerca de lo que para él significa la verdad: decir lo que uno piensa; no sentirse avergonzado y no estar asustado “pensando que te van a castigar”.

Documento exclusivo e inédito: cuando el príncipe, que ha cumplido 43 años, tenía 9
En aquel ya lejano 1977, Felipe de Borbón cursaba estudios de Primaria en el colegio de Santa María de los Rosales, de Madrid, el primer escalón de su larga y elitista educación académica como heredero de la Corona.
Los Rosales, un centro mixto e independiente, cuya factura mensual rondaba las 20.000 pesetas de la época, era también uno de los colegios más caros de la capital. En sus aulas, eso sí, los cachorros de la clase dirigente coincidían –y todavía coinciden– con los hijos becados del cocinero y demás personal de servicio, el ambiente en el que los Reyes quisieron que se formasen sus hijos, “mezclándose con personas de toda condición”. De aquellos días data una de las primeras anotaciones biográficas sobre el carácter del futuro Felipe VI, escrita por el entonces director de Los Rosales, Manuel Terán, uno de los primeros responsables de la formación del Príncipe: “Don Felipe es una persona muy grata, alegre, extravertido, muy respetuoso con todo el mundo. Tiene sensibilidad por la literatura –añadía en sus notas Terán–; incluso a la hora de escribir lo hace con soltura y estilo”.
Fue en enero de 1977, tras acuerdo del Consejo de Ministros entonces presidido por Adolfo Suárez, cuando se dispuso que Felipe de Borbón, un niño extremadamente tímido a decir de las biografías, ostentase por fin el título de Príncipe de Asturias que Francisco Franco le había negado como “Heredero del Sucesor”. Ese mismo año, en mayo, Don Felipe asistió en el Palacio de la Zarzuela a la ceremonia de renuncia de los derechos dinásticos por parte de su abuelo, Don Juan, en favor de su padre, Don Juan Carlos. Sin apenas darse cuenta, el niño para quien la verdad es, ante todo, “decir lo que uno piensa de (en) sí mismo”, estaba coprotagonizando los hechos que cambiarían la historia de España.
 M. Alfageme.


Una de las ventajas de la grafología es que permite analizar la manera en que alguien ha cambiado con el paso del tiempo. El Príncipe es un buen ejemplo. 

Hace 25 años, era un niño que no sabía cómo echar fuera el vapor de las tensiones que se acumulaban sobre él y, quizá, tenía incluso problemas gástricos por ello.
Un cuarto de siglo después, el Príncipe es un hombre sujeto a una disciplina sistemática –obsérvese cómo su fi rma parece estar discurriendo sobre dos carriles de ferrocarril– con una seguridad mucho más acentuada, con claras dotes para ejercer el mando y con una consciencia mucho mayor de la misión que representa y que lo vincula, obviamente, a una dinastía. Al respecto, los rasgos muestran –¿podía ser de otro modo? –paralelos con los que hallamos en monarcas como Isabel II o como su propio padre.
 César Vidal


1 comentario:

carlos dijo...

en esta foto, de la firma, se puede apreciar claramente los rasgo particulares... si se obtuviesen mas una GENESIS GRAFICA...